Negamos para reducir el dolor ante un acontecimiento fuerte e imprevisto a modo de defensa inmediata que nos permitirá recobrarnos de la impresión.
Retiro:
Caemos en aislamiento cuando nos damos cuenta de la veracidad del suceso y de la impotencia para lograr que eso no haya sucedido, luchamos por que eso no sea verdad, y si como no podemos echar atrás el tiempo, nos culpamos de no haber sido capaz de evitar la situación.
Furia:
Luego vienen la rabia, el rencor y la antipatía. Nos preguntamos muchas cosas, tratamos de entender el por qué, en ocasiones caemos en fobia contra la sociedad y aborrecemos la felicidad. Nos quejamos por y de todo, caemos en llantos prolongados y frecuentes. Con el tiempo, rara veces confesamos nuestras penas en busca de consuelo y pasamos a la siguiente fase.
La obligación:
Tratamos de afrontar con raciocinio la difícil realidad, buscamos la paz con dios y nuestros seres queridos y nos proponemos reanudar nuestra vida. Eventualmente recaemos y volvemos a la rabia y luego volvemos a la obligación, es algo intermitente y amargo.
Depresión:
En un momento dado nos debilitamos y caemos en una tristeza muy profunda pero temporal y nos molesta que traten de consolarnos con cliché fuera de curso. Al contrario, necesitamos que nos escuchen y nos brinden mucho cariño y simpatía.
Aceptación:
La vida va tomando un curso menos caudaloso y mas racional, va llegando poco a poco el aire de tranquilidad y paz, poco a poco vamos tolerando nuestras emociones y vamos reconociendo lo natural del suceso. La vida va volviendo a la normalidad.
Expectativa:
Se le busca el lado bueno y positivo, todo el dolor toma algún sentido, nos permite reconocer que la vida nos demanda algo más importante y que tenemos metas por cumplir. Todo esto nos estimula y alimenta nuestras esperanzas.
